Una mirada desde la psicología a las niñas y niños en situación de aislamiento social

La pandemia, nos forzó a modificar nuestras vidas.
En medio del temor al contagio, el aislamiento, el malestar físico, el fastidio, el enojo (justificado o no y hacia quien sea), el “bajón” emocional (que puede llegar a tristeza profunda o depresión cuando se suma a cuestiones que arrastramos previa cuarentena), la incertidumbre, las pérdidas económicas y laborales, y la enorme inestabilidad y desequilibrio que esto nos ha generado y nos genera… seamos honestos… es muy difícil detenerse a considerar cómo sobrellevan la pandemia los más pequeños.
Pero allí están, como siempre adaptándose al mundo de los adultos y son nuestro compromiso con la vida. Son nuestra responsabilidad, y debemos velar por su bienestar como Derecho Constitucional.
Nos dicen los especialistas, que los niños no son “población de riesgo”, pero son los que tendrían la mayor probabilidad de convertirse en portadores asintomáticos e incrementar esta grave crisis.
La verdad es que no sabemos mucho sobre el virus Covid-19, pero sí sabemos que lo único que podemos hacer, es evitar salir en lo posible, evitar el contacto interpersonal entre adultos y el de los niños y niñas más.
Si ponemos el foco en los niños y niñas, podemos ver:
A) Que se vió interrumpida su concurrencia a la escuela. Esto es de un impacto enorme para ellos. La escuela es además de su espacio de APRENDIZAJE, su ámbito de SOCIALIZACIÓN. Es parte de su AUTONOMÍA progresiva. Es independencia de mamá y papá. Son sus lazos sociales formalizados en un ámbito seguro, con normas y valores . O sea, es para ellos DESARROLLO EMOCIONAL Y PSÍQUICO. En la escuela, se aprende también por ensayo y error, a crear otros vínculos más allá de la familia, en el delicado proceso de estructuración psíquica y subjetivación, que es tan importante para la salud mental.
B) Les hemos restringido además sus espacios de RECREACIÓN (las salidas, paseos, caminatas, etc.), que tienen para los niños y niñas un valor de EXPLORACIÓN. Sería extenso explicarlo en su complejidad aquí, pero digamos simplemente que es algo irremplazable para ellos y ellas; y por supuesto, se agrava sobremanera para quienes las condiciones de vivienda son restringidas, limitadas o de hacinamiento.
Ya vamos vislumbrando, que no es posible medir el nivel de afectación que todo esto provoca en los niños y niñas, y que las consecuencias en cada uno de ellos/as, dependerá de su ámbito de contención, de su familia y en fin, de la capacidad de consideración, empatía y compasión que tengamos los adultos a cargo de sus cuidados.
C) Sería un tema aparte, pensar en los niños y niñas víctimas de maltratos o violencia, o quienes son testigos de violencia en sus familias; porque además, todo ello se ve incrementado en esta situación de crisis social y económica. Pero aún sin llegar a esos extremos, hace falta pensar que el estrés y la angustia de los padres y madres a nivel individual, tanto como los conflictos de pareja, que con el confinamiento se recrudecen o literalmente “explotan”… lamentablemente se descargan muchas veces en los hijos; y si no es como descarga, de cualquier modo es claro que los afecta y mucho.
Lo queramos así o no, los niños y niñas “absorben” (como decimos a veces), las tensiones del entorno social y familiar; y esto los llevará a somatizar o a padecer alteraciones en su conducta y/o su estado de ánimo.
D) Mencionaré por último el MIEDO, porque es algo con lo que trabajo mucho en la clínica con niños. Los “terrores infantiles” (que suelen aparecer entre los 3 y los 6 años de edad), responden a situaciones traumáticas que los niños intentan elaborar (lo traumático aquí no es necesariamente algo grave, sino que responde a situaciones nuevas o desconocidas para el niño/a, o que simplemente no puede comprender aún sobre su mundo interno o sobre el “afuera”). Muchas veces estos miedos intensos o “terrores”, son puntuales y pasajeros, y se sabe que son algo normal y esperable en el desarrollo; otras veces, se cronifican en episodios de angustia que configuran un síntoma, y es allí cuando es importante la consulta psicológica.
Ahora bien… cómo les explicamos a los niños sobre este virus??
Si acudimos a los distintos videos para niños, difundidos en estos tiempos, y quizás también al “sentido común” de nuestra cultura, les estamos diciendo a los niños que “afuera hay un monstruo” o que ”hay un bicho malo” y que ”hasta que no se vaya, no podemos salir”.
No estoy inventando esto, porque es lo que he visto públicamente como sugerencia para hablar con los niños y explicarles lo que pasa, y lo más grave: lo he escuchado ya, de más de un niño/a pequeño/a.
No queda más que convocarnos todos a volver a nuestra primera infancia, para que, tal vez, algunos de ustedes, coincidan conmigo en que es por lo menos cuestionable esta modalidad, y que deberíamos re-pensarla. Se supone que queremos que los niños y niñas pierdan el miedo a los “monstruos”, pero les estamos creando uno terrible.
Pautas o sugerencias a tener en cuenta:
● Para los niños/as no es igual aprender en la escuela que aprender en sus casas. Las madres y padres no son maestros ni pueden reemplazarlos.
● Las escuelas deberían considerar que éste no es tiempo para exigir el rendimiento académico. Las exigencias que deberían cesar, en lugar de ello se han incrementado en algunos casos (en especial en colegios del ámbito privado). Esto debe ser conversado y trabajado desde un serio intercambio entre las autoridades del colegio, el equipo pedagógico (si lo hay) y los padres y madres. Porque la prioridad tendría que ser ahora el bienestar del niño/a, y para ello, es necesario contemplar sus necesidades de manera integral.
● El uso de la tecnología es favorable, si el propósito es recreativo o de aprendizaje, aunque como siempre, debe ser medido y supervisado por los padres. La comunicación por vías virtuales con amigos y compañeros de escuela es de suma importancia, por lo cual, se sugiere promover y apoyar éstas comunicaciones, para aquellos que cuentan con esa posibilidad.
● Las noticias y el exceso de exposición a los distintos medios masivos de comunicación (en donde permanentemente nos bombardean con las estadísticas de muertes y contagios aquí y en los distintos países), nos abruman a los adultos, pero también a los niños y niñas. Si decidimos informarnos, es fundamental ser selectivos con la información que buscamos para nosotros mismos, y cuidadosos con lo que les transmitimos a los niños/as.
● Los niños y niñas sufren también estados de ansiedad, incertidumbre, tristeza y depresión. Si vemos a un niño/a que “no tiene ganas de levantarse de la cama”, “no tiene ganas de hacer la tarea”, o “está triste porque extraña jugar con sus compañeros y amigos o simplemente visitar a sus abuelos”… Debemos prestarle atención, escucharlo/a. Darnos tiempo para jugar con él o ella. El juego y el dibujo ayudan a simbolizar y elaborar afecciones y desequilibrios emocionales. Cualquier actividad artística o de producción manual también lo hace.
● El virus Covid-19 no es “un monstruo que está caminando por la calle y no nos deja salir”. No importa que los niños y niñas tengan 2 años, 5 años o 7; debemos explicarles que existe una enfermedad nueva, para la que aún no se descubrió la vacuna. Que los doctores y científicos están trabajando mucho, para atender a los enfermos y para descubrir la vacuna.
Lo terrorífico que la situación actual nos resulta a los adultos (por el grado de incertidumbre y angustia multicausal en que vivimos), debemos trabajarlo y sobrellevarlo entre adultos, no traspasarlo a los niños; porque de ser así (créanme porque lo he visto incontables veces en la práctica clínica) estaremos dejándolos en una situación de desamparo y forzándolos a intentar convertirse en nuestros cuidadores. Ellos no dudan en asumir ese rol cuando nos ven mal. Si tu hijo o hija pequeño/a te dice: “n o tengas miedo, que yo te cuido”, advertite de que algo no está funcionando del todo bien, no lo tomes a broma, y poné tu mayor empeño en revertirlo.
Pensemos en los niños y niñas primero.
Lic. Paula Alonso psicóloga con orientación psicoanalítica en el Centro Terapéutico Cardeza.
Coordinadora del Servicio de Promoción y Protección de los Derechos de Niños Niñas y Adolescentes en Luis Guillón
Miembro fundadora de Fundación Fundabrigo -Hogar que aloja a niños y niñas que se encuentran bajo medidas de protección judicial por situaciones de vulnerabilidad de sus derechos.